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viernes, 13 de junio de 2014

La Virgen y las Catedrales

La Virgen y las Catedrales:

(Texto extraído de la obra "El Misterio de las Catedrales", de Fulcaneli.
  • El libro: El Misterio de las Catedrales y la interpretación esotérica de los símbolos herméticos (Le Mystère des Cathédrales), fue escrito en 1922 y publicado en París en 1929
  • Hemos añadido algunos comentarios y notas nuestras).

La mayoría de las catedrales antiguas de Europa estaban colocadas bajo la advocación de la bendita Virgen María o Virgen Madre. En Francia, el vulgo llama a estas iglesias las Notre-Dame (Nuestra Señora). En Sicilia llevan un nombre todavía más expresivo: Matrices. Son pues, templos dedicados la Madre (en latín, mater, matris), a la Matrona en el sentido primitivo, palabra que, por corrupción, se ha convertido en Madona (italiano; ma donna, mi Señora), y por extensión, Nuestra Señora.

Todas las catedrales legítimas están fundamentadas en la Ciencia Alquímica.

La ciencia Alquímica es aquella que investiga “las transformaciones de la sustancia original, de la Materia elemental (latín: materea; raíz, mater, madre). Pues la Virgen Madre despojada de su velo simbólico, no es más que la personificación de la substancia primitiva que empleó, para realizar sus designios, el Principio Creador de todo lo que existe”.[1]

En la epístola que se lee en la misa de la Inmaculada Concepción se puede percibir este mismo sentido, veamos:

“El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, desde el comienzo, antes que criase cosa alguna. Desde la eternidad fui predestinada, y antes que fuese hecha la tierra. Aún no existían los abismos, y yo había sido concebida. Aún no habían brotado las fuentes de las aguas; aún no estaba asentada la pesada mole de los montes; antes de que hubiese collados yo había ya nacido. Aún no había hecho la tierra, ni los ríos, ni los ejes del globo de la tierra. Cuando Él extendía los cielos, estaba yo con Él; cuando con ley fija y valla encerraba los abismos; cuando arriba consolidaba el firmamento, y ponía en equilibrio los manantiales de las aguas; cuando circunscribía al mar en sus términos, y ponía ley a sus olas para que no traspasen sus linderos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, con Él estaba yo concertándolo todo”.

Se trata aquí evidentemente de la esencia misma de las cosas, y en efecto nos enseña la letanía que la Virgen es el Vaso que contiene el Espíritu de las cosas (Vas spirituale). En un antiguo libro se describe una escena: “Sobre una mesa, a la altura del pecho de los Magos, estaban, a un lado, un libro o una serie de hojas o de láminas de oro (el libro de Thot – Hermes Trismegisto) y, al otro, un vaso lleno de un licor celeste-astral, compuesto de un tercio de miel silvestre, una parte de agua de la tierra y una parte de agua del cielo...El secreto, el misterio, estaba pues, en el vaso”.

Esta Virgen singular – Virgo Singularis, como la llama expresamente la iglesia --  es, además, glorificada mediante epítetos que denotan con bastante claridad su origen positivo. ¿Acaso no se llama también Palmera de Paciencia (Palma patientiae), Lirio entre espinas (Lilium inter spinas), Miel simbólica de Sansón, Vellón de Gedeón, Rosa Mística, Puerta del Cielo, Casa de Oro, etc.?. Los mismos textos llaman a María Sede de la Sabiduría, lo cual equivale al tema de la Ciencia Hermética, del saber universal.

En el simbolismo de los metales planetarios, es la Luna que recibe los rayos del Sol y los conserva secretamente en su seno. Es la dispensadora de la sustancia pasiva a la cual anima el espíritu solar. María, Virgen y Madre, representa pues, la forma; Elías, el Sol, Dios Padre, es emblema del espíritu vital. De la unión de estos dos principios resulta la materia viva, sometida a las vicisitudes de las leyes de mutación y de continuidad. Y surge entonces Jesús (el Cristo), el espíritu encarnado, el fuego que toma cuerpo en las cosas, tal como lo conocemos aquí abajo.

Por otra parte, la Biblia  nos dice que María, madre de Jesús, era de la rama de Jesé. Ahora bien, la palabra  hebrea Jes significa fuego, el sol, la divinidad. Ser de la rama de Jesé equivale pues, a ser de la raza del Sol, del fuego. Como la materia tiene su origen en el fuego solar, tal como acabamos de ver, el mismo nombre de Jesús se nos presenta en su esplendor original y divino: fuego, sol, Dios.

Por último, en el Ave Regina, la Virgen es adecuadamente llamada Raíz, (Salve, radix), para señalar que es principio y comienzo de todo. “Salve, raíz por la cual la Luz ha brillado sobre el mundo”.

Es interesante notar que algunas de las construcciones dedicadas a la Virgen tenían dimensiones y geometrías curiosas. Notre-Dame de París se levantaba antaño sobre una gradería de once escalones (el número cabalístico de la Madre). En el Observatorio, un colosal edificio realizado por Luis XIV, la balaustrada de su terraza se eleva a 28 metros del nivel del suelo, y se hunde en el suelo a igual profundidad: 28 metros. En el ángulo de una de sus galerías subterráneas, se observa una estatuilla de la Virgen colocada allí en 1671. 28+28= 56 (“mi palabra es 56...” dice la Madre en un antiguo ritual). 28=2+8=10, la Rueda de la Fortuna, un 10 hacia arriba simbolizando la evolución y un 10 hacia abajo simbolizando la involución. El 10 se sintetiza en el 1; los dos 10 reducidos al 1 forman el 11, que curiosamente es la síntesis del 56 (5+6=11):
                     28                  +                     28           =       56
             (2 + 8 = 10)           (2 + 8 = 10)
              (1 + 0 = 1)           (1 + 0 = 1)
                      1        +                 1        =       (5 + 6 = 11)

Ella, pues, también es la inteligencia que rige en los procesos evolutivos e involutivos tanto materiales como espirituales.

La diosa Isis es la madre de todas las cosas, que las lleva a todas en su seno, y sólo ella es la dispensadora de la Revelación y de la Iniciación

No es posible pues, llegar a las alturas de la Iniciación sin el auxilio de ella, sólo puede llegarse hasta el Cristo por la intercesión de su Madre; sancta Maria ora pro nobis[2]. Ella está representada de pies sobre la media luna y siempre vestida de azul. Color simbólico del astro de la noche.

En los cultos de la antigua diosa romana Ceres, al igual que en los de Isis, no se aceptaba a nadie que no hubiera recibido la iniciación. En una piedra tallada encontrada en la ciudad de Die, que representa a Isis, ésta era llamada madre de los dioses. El mismo nombre se le ha dado a Rea o Cibeles.

Paz en el Corazón!



[1] El Misterio de las Catedrales, Fulcanelli
[2] “Santa María, ora por nosotros”.

viernes, 6 de junio de 2014

La Libertad y la Felicidad...


(A continuación texto del Maestro Samael)

Cuando uno disuelve el Ego en forma absoluta, adquiere Libertad, viene a saber lo que es la Libertad. Antes de que se disuelva el Ego, la Consciencia está completamente presa, formalmente presa, encerrada en un horrible calabozo; ese calabozo es el Ego. 

Si uno destruye el calabozo, que es el Ego, la Consciencia queda libre, y eso es lo fundamental: Acabar con esos grilletes que nos mantienen presos dentro del calabozo, presos; si lo logramos, la Consciencia queda libre...

Mucho se ha hablado sobre Libertad; ¡cuántos héroes han luchado por la Libertad de sus pueblos, pero ellos no saben qué cosa es Libertad, porque ni ellos están libres! Uno no viene a saber qué cosa es LIBERTAD, hasta que no consiga libertar su Consciencia, y uno no puede libertar su Consciencia hasta que no acabe con el mí mismo, con el Yo mismo, con el sí mismo.

Mientras esto que sea Yo, mientras esto que sea mí mismo (“mi persona”, Yo), exista, no sabré qué cosa es Libertad; mas si la Consciencia consigue libertarse del mí mismo, si reducimos a polvo al Yo mismo, si lo pulverizamos, la Consciencia queda libre, y viene uno a saber qué cosa es de verdad la Libertad, una Libertad que no conoce límites ni orillas, una Libertad sin fin, una LIBERTAD ETERNA; en esa Libertad hay Felicidad, una Felicidad inagotable...

Las gentes no saben qué cosa es FELICIDAD; confunden a la Felicidad con el placer, y he allí que son diferentes. Uno puede pasar unas horas de placer; alguien gozaría de una fiesta y creería ser feliz, más la Felicidad de verdad no existe en este mundo.

Uno no viene a conocer la Felicidad de verdad, hasta que no consiga libertar la Consciencia; mientras la Consciencia no se haga libre, no se es feliz, y para que la Consciencia se haga libre, se necesita destruir los grilletes que la mantienen prisionera dentro de la cárcel del dolor; esa cárcel es el mí mismo, el Yo mismo, “mi persona”, “mis propios sentimientos”, “mis deseos”, “mi propia mente atormentada”, “mis preocupaciones”, “mis odios”, “mi lujuria”, “mi egoísmo”, “mi envidia”, “mis resentimientos”; “yo mismo”:  “mis propios proyectos”, “mis propios deseos”...

Mientras uno no consiga que se destruya “eso” que soy “yo mismo”, mi Consciencia estará prisionera; pero el día que esto que “soy yo”, “yo mismo”, sea destruido, entonces la Consciencia quedará libre, y gozará de la auténtica Felicidad, que nada tiene que ver con el placer, que es opuesta al placer.

La Felicidad es algo que nadie conoce y que nadie puede describir. La mente no sabe qué cosa es Felicidad; no podría la mente reconocer la Felicidad, puesto que la mente jamás la ha conocido. ¿Cómo podríamos nosotros reconocer algo que nunca hemos conocido? Si nunca la mente ha conocido la Felicidad, ¿cómo haría para reconocerla?

La Felicidad viene a nosotros; ADVIENE, en una forma natural, adviene cuando el sí mismo, el Yo mismo ha muerto... Así, pues, HAY QUE LLEGAR A VIVENCIARLA, a experimentarla en forma directa.